Estoy cansado de multitud de cosas. Quejarse es un vicio muy barato. Pero es un vicio relajante, y libera sustancias que dejan al cuerpo como nuevo. Quizás el exceso de estas sustancias son las que marquen la diferencia entre la queja, el pataleo y la autocompasión. Como cuando uno sale con los amigos de cena y empieza con un buen vino. Una copa es hasta recomendada por los cardiólogos (al menos, a los que les gusta darle un poco al tema). El punto hasta antojable dentro de ciertas mecánicas sociales. Moñarse del todo, es algo que ocurre cuando nos excedemos, pero a algunos aún nos queda el recurso de fingir sorpresa por la kurda. Ya conocen esa mirada que acompaña a botella y medía vacía, como si eso valiese para privarle de grados.
Dado que esto va sobre quejas, aquí va la mía. Yo me quejo del clima. Me quejo del nefasto paripé perpretado por políticos riendo ahora por las nevadas en Europa mientras ironizan del calentamiento global. Señores políticos, me da igual que lo llamen Calentamiento que Cambio Climático. Son solo nombres que definen una misma realidad.
Ustedes se reúnen para chuparse las pollas los unos a los otros y no alcanzar consenso en nada. Han estado esperando a que en algún lugar del mundo estalle algo tan gordo como para que los ciudadanos aparten sus ojos de su demostrada incompetencia. Se han culpado los unos a los otros. Culpado a las economías emergentes, por emerger. Culpado a las a las establecidas, por mantener su Status Quo. Culpado a las tercermundistas por ser las únicas que quieren un cambio al respecto, pero por lo bajo ver movimientos en los que se adivina su deseo de conformarse solo con emerger.
Sonará a demagogia. Pero, de aquí a 50 años, esto se va a llenar de gente diciendo "Ya os lo dije". Lo más jodido, es que van a ser encima esos mismo políticos que hoy nos dan por culo.
Qué cabrones, si hasta les dará tiempo a morirse.